miércoles, 26 de mayo de 2010

¿SAN MAO?



Aunque bien enterado de los pecados gordos de Mao Zedong, el buen pueblo chino le conserva hasta hoy un sincero cariño. En el corazón de la capital, desde la puerta monumental de la antigua ciudad imperial, un cuadro gigante con el retrato de ese hombre responsable de la tortura y muerte de millones de personas, sigue presidiendo la vida de la China. No hay ciudad importante en el país que no lo tenga presente por medio de una enorme estatua blanca que parece de mármol o algo por el estilo. Su efigie se encuentra en todas las casas que se respetan. Y si, en ciertas partes del mundo, los autos usan estampitas plastificadas del Sagrado Corazón o de San Cristóbal para inmunizarse contra los accidentes, en la China son los medallones con la cara de Mao los que desempeñan esa importante función. A Mao, mucho se le ha perdonado, ¿por qué?

Dicen sus admiradores que se le perdona todo a Mao porque logró sacar de la miseria absoluta a la inmensa masa de los pobres de China. Y sobre todo porque Mao nunca se aprovechó del formidable poder que tuvo para hacerse rico o para hacer rica a su gente.

La Biblia dice que aliviar la miseria de un pobre borra los pecados (Si 3, 30). Parece que por eso los chinos, que no conocen la Biblia pero tienen un gran sentido común, han canonizado a Mao. Las guerras de Bush, por ejemplo, si al menos hubieran servido para aliviar la miseria de los pobres, tal vez se las podríamos perdonar…

Para mí no hay guerras buenas; todas las guerras son feas y las odio a todas. Pero si nosotros, los seres humanos todavía muy infraevolucionados, no podemos vivir sin guerrear; si por desgracia tenemos que seguir siendo cazadores, depredadores e insaciables carnívoros, que al menos nuestras guerras sirvan una causa buena, digo yo, como acabar con el hambre en el mundo y ponerle un alto a la devastación de la Madre Tierra.

En un gran esfuerzo de humanización de la violencia, los caballeros de capa y espada del medioevo concibieron el ideal de pelear, e incluso matar, por la defensa de la viuda y del huérfano, y a Robin Hood le pareció bueno robar a los grandes ladrones para dar de comer a los pobres. ¿Acaso, sería tan descabellado rescatar para nuestra cultura moderna ese viejo ideal caballeresco, en lo posible sin las flechas, las espadas, las pistolas o las bombas? Y si no, ¿no sería ya una gran mejora si nos entrenáramos a encauzar nuestros instintos de matadores así como nuestros misiles hacia algo más positivo que seguir engordando a los gordos y acabando con los pedacitos sanos que le quedan todavía al planeta?